Les pidió que la arrugasen, la tirasen al suelo, la pisotearan; lo que quisiesen, siempre y cuando no la rompieran.
Luego les dijo a los estudiantes que desdoblasen el papel lo más cuidadosamente posible, lo aplanasen e intentasen que recobrara su estado original.
A continuación, les pidió que se disculpasen ante la hoja de papel por lo que le habían hecho.
Las cicatrices que habían dejado nunca se irían, explicó. No importa cuantas veces se disculpasen, siempre habría marcas en esa hoja.
Igual que el acoso escolar, el daño es irreversible y nunca se va del todo...
De esta manera, esta maestra consiguió que sus alumnos comprendieran el acoso escolar y dejaran de realizarlo.






No hay comentarios:
Publicar un comentario